domingo, 17 de enero de 2016

Raíces y tubérculos vs cereales


Las primeras plantas cultivadas por el hombre, sostienen algunos especialistas, fueron las raíces y los tubérculos, debido a varias razones. Pero luego,  con el desarrollo de las sociedades humanas, fueron desplazadas en importancia por los cereales, una fuente de nutrientes más completas y que ofrecían mayores ventajas.  
Algunos historiadores de  la alimentación  sostienen que las primeras plantas cultivadas en la humanidad fueron las raíces y los tubérculos. Para sostener esa afirmación se basan en razones muy convincentes: que esas plantas son de fácil cultivo,  que su preparación es tan simple que sólo requiere de cocción, que su consumo es de vital importancia porque constituyen una importante  fuente de carbohidratos o almidones, indispensables como alimento energético (especialmente en una época de la humanidad en que aún no se había desarrollado el cultivo de cereales), y que, por estar bajo tierra, resultaban un alimento de fácil almacenamiento y conservación, pasado el tiempo de la cosecha (lo que es, sin embargo, relativo, pues tras ser cosechadas las raíces y los tubérculos resultan más perecibles que los cereales).
Carl Sauer —Agricultural Origins and Dispersals, New York: American Geoprahical Society, 1952— sostiene que las primeras plantas cultivadas fueron aquellas de las que se utiliza la raíz, propias de una forma simple de agricultura. Argumenta, en apoyo a su tesis, que esas plantas se siembran fácilmente —basta con enterrar esquejes—, y su fruto, las raíz o sus tubérculos o partes de su tallo enterrados se comen, y cualquier sobrante puede ser reintegrado al suelo para su multiplicación.
Técnicamente, los tubérculos son órganos vegetales que forman parte de la raíz de algunas plantas, y que pueden ser considerados como reservas de carbohidratos. Las raíces, y los tubérculos agregados, son ricas en hidratos de carbono, aunque pobres en contenidos de proteínas. El cultivo de estas plantas puede realizarse en prácticamente cualquier época del año,  y perduran un poco si se les deja más allá del tiempo en que debe hacerse la cosecha. Por esas razones, Sauer considera que las raíces, y los tubérculos en general, son las plantas más apropiadas para una población nómada o en tránsito al sedentarismo.
Probablemente el cultivo de estas plantas ocurrió  por primera vez en la región húmeda de Asia meridional entre los años 13.000 y 9.000 a.C. Poco después vinieron los cereales. Entre los restos arqueológicos de una  aldea de Irak, de hace unos 9.000 años, se descubrieron granos de trigo, lo que puede considerarse una de las evidencias científicas más antiguas del cultivo de los cereales.
Pero con el paso del nomadismo al sedentarismo, y el desarrollo de la agricultura y la cría de animales, al ampliarse las opciones de la dieta alimentaria, las raíces y los tubérculos perdieron importancia relativa en comparación con otros rubros alimentarios, como los cereales y los alimentos de origen animal, que cobraron relevancia con  el establecimiento y la expansión  de la ganadería.  
Los cereales presentan muchas ventajas en comparación con los tubérculos y las raíces. Una de esas ventajas es que ofrecen granos compactos y secos, que pueden ser fácilmente almacenados en condiciones de espacios ventilados y secos. Otra es que son alimentos más completos: contienen hidratos de carbono, grasas, proteínas, minerales y vitaminas, y su paja puede ser utilizada para fabricar canastos y hacer lechos y techos. No obstante, al contrario que las raíces y los tubérculos, exigen una población sedentaria y un procesamiento más complejo. Se siembran y cosechan en épocas definidas del año y hay que cosecharlas inmediatamente de la madurez de la planta, pues  no perduran en el campo después del  tiempo de la cosecha, al menos que sean debidamente almacenados. Además, por tratarse de alimentos con un mayor valor nutricional que las raíces y los tubérculos, y por su alto rendimiento, permiten mayores períodos de ocio a la comunidad que los cultiva. 
Ambos, cereales y tubérculos, junto con las musáceas (plátano y cambur), constituyen las principales fuentes aportadoras de energía calórica en la casi totalidad de los regímenes alimentarios de las comunidades humanas  del planeta.
Sin embargo, los tubérculos carecen de importancia relativa en el comercio exterior mundial. Salvo quizás la papa y, en menor medida, la yuca, carecen, en general, de importancia. No obstante,  la papa es un cultivo muy extendido en los países desarrollados, responsables históricamente de cerca de un 70 por ciento de la producción mundial. La yuca, en cambio, es un cultivo exclusivo de los países en desarrollo, y especialmente del continente africano, donde fue introducido tempranamente, que produce cerca de la mitad del total de la producción mundial.

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