
El pescado frito es una de esas comidas casi rituales que, para muchos, es sinónimo de un día en la playa (y más si viene acompañado de los tostones con queso y salsas tan populares en la costa venezolana). La armonía tradicional es una cerveza tipo pilsen bien fría, en especial si lo aderezas con un chorrito de limón.
Pero esa no es al única opción; quienes desean disfrutarlo con una copa de vino (o dos, o tres), deben tomar en cuenta que aunque el sabor del pescado es ligero, la fritura lo hace un poco más grasoso de lo habitual, por lo que un vino con cierta acidez ayuda a matizar. El vinho verde portugués es perfecto para la ocasión, y su ligera efervescencia resulta muy placentera.

Otros blancos que van bien serían el pinot grigio, viognier o un sauvignon blanc; todos caracterizados por su frescura. Eso sí, acá ganan los vinos jóvenes y afrutados, ya que se trata de un plato con poca complejidad. Si el pescado es un poco más graso, puede incluso convertirse en una ocasión para un vino rosado.
Un espumoso ciertamente es perfecto para la ocasión pues además de refrescante, las burbujas limpian el paladar entre bocados, haciendo que éste no se aburra del gusto. Eso sí, preferiblemente Brut o Brut Nature, ya que Demi-sec, los más dulces, podrían resultar empalagosos junto a la grasa. Un buen cava es lo ideal para los que buscan burbujas.
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