domingo, 11 de enero de 2015


El poder de Dios en mí me levanta.


Mi espíritu es elevado cuando soy reconocido, o recibo un cumplido, bendiciones o palabras positivas de parte de otros. Tal vez alguien ve en mí una cualidad que yo no puedo ver en mí mismo. El apoyo de los demás me ofrece aliento y aumenta mi confianza para llevar a cabo mis metas.


Más allá de esto, el poder de Dios me apoya y fortalece. La presencia de Dios en mí, fomenta mi autoconfianza. En Dios, experimento mi pleno poder. Al tener presente que Dios está conmigo y en mí, comienzo un proyecto nuevo, enfrento cualquier obstáculo y supero cualquier desafío. Aun si las condiciones parecen desalentadoras, mi fe en Dios me da toda la fortaleza y el aliento que necesito.

"Por lo tanto, anímense y edifíquense unos a otros, como en efecto ya lo hacen".—1 Tesalonicenses 5:11

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